Hemos perdido la costumbre de escribir y no nos hemos dado cuenta. Todos creemos que somos sólo nosotros, pero no es cierto. Ya casi nadie escribe. Peor aún, creemos que decidimos lo que escribimos, que nuestros textos nos representan. Pero no es cierto: muchas veces escribimos lo que el algoritmo quiere:
Tienes que capturar la atención en 3 líneas máximo.
Hazlo ligero, nada de grandes oraciones, ni párrafos densos.
Mejor bullets, emojis mucho mejor.
Aunque puedas escribir más, 300 palabras es suficiente.
Cuenta una historia personal y cierra con una pregunta o call to action.
Y la regla más importante: mejor graba un video corto.
No escribas. Nadie lee.
Entonces todos comenzamos a escribir un montón de cositas que “funcionan” y “reaccionamos” entre nosotros.
Resultado: más información y menos conocimiento.
¡Ah! y promesas vacías:
Pero la verdad es esta, y perdón que sea yo el que lo diga: la mejor manera de conseguir algo es con esfuerzo. Quisiera decirles que existe una app o una IA, pero no. Ya la busqué. No existe. Mi conclusión es simple: si algo puede hacerlo todo el mundo, es porque no tiene ningún valor. Ninguno.
El que elabora mejor sus pensamientos es el ganador; el que puede conectar sus ideas con otras; el que puede encontrar un doblez en un concepto para aplicarlo en otro contexto; el que puede “remixear” sus propias ideas para que se eleve el significado. Ese gana. Pero es un proceso lento y trabajoso. Pocos lo hacen, y justamente por eso es valioso. Son las leyes de la oferta y la demanda. La información existe, solo hay que convertirla en conocimiento propio.
Por eso, en una época en que nadie lee, escribir es una forma de revelarte al algoritmo que pide videos de 1 minuto. Cuando me di cuenta que estaba cayendo en sus redes, decidí escribir un poco más largo, más pensado. Revelarme.
Lo he reconsiderado, porque antes pensaba que escribir era un mero acto de comunicación, y hacerlo bien, era comunicación asertiva. Pero es más, mucho más. Lo resumiría en 5 virtudes:
Virtud #1: la hoja nunca está en blanco
El mito de la hoja en blanco debería morir. Uno no se sienta a escribir sin haber pensado. Uno llega con una idea que ya viene latiendo desde antes. El bloqueo no es vacío, es conflicto. Es una idea que no termina de cerrarse. La escritura no comienza con el pensamiento. Lo termina.
Si aún no sabes qué hacer, escribe, peléate con el texto hasta que te entiendas a ti mismo. Y entonces, actúa.
A veces veo conflictos en reuniones de trabajo y creo que deberíamos regresar a la mesa de escritura y pelearnos por carta. Primero resuelve tus propios conflictos y luego resuelve los que tienes con el resto.
Virtud #2: escribir es esculpir una idea
No es que primero piensas y luego escribes. Primero piensas, luego escribes, luego lees y vuelves a pensar. Ese segundo pensamiento es un regalo de los dioses del conocimiento. En un mundo veloz, donde nadie vuelve a pensar y nadie mira para atrás, escribir es parar la pelota, respirar, mirar la cancha y tirarla de nuevo al arquero. Editas la jugada. Escribir es esculpir una idea, tajarle las puntas. No es terminar la jugada "como sea", es narrar tu jugada ideal mirando la cancha con claridad. Se puede jugar a la pelota y se puede jugar al fútbol:
“La escultura ya estaba dentro de la piedra. Yo, únicamente, he debido eliminar el mármol que le sobraba.”
Miguel Ángel
Virtud #3: escribir es mucho más que pensar en voz alta
Publicar un texto es muy distinto de hablar en voz alta. La palabra dicha es efímera; el texto escrito es permanente. Cuando dices algo mal en voz alta, puedes refugiarte en el olvido o jugar a la confusión. Cuando escribes de verdad, eres consciente de la permanencia y te vuelves disciplinado, responsable de tus palabras. La publicación te hace crear las estructuras más altas y robustas que puedes, porque publicar un texto es un acto de vulnerabilidad. No alimenta el ego, el texto escrito es un castillo-mental abierto al público donde no hay juegos de confusión ni refugio en el olvido.
Ese mail es tuyo y queda para la eternidad (o auditoría).
Virtud #4: escribir es reflexivo, hablar es reaccionario
Hablar es reaccionar. Incluso si no queremos, nuestro discurso cambia con cada gesto del otro. Un bostezo, una ceja levantada, un aplauso. A los pocos minutos, nos atrincheramos. O nos volvemos encantadores. Si quieres polarizar, habla. Si quieres someter, habla. Si quieres encantar, habla. Pero si quieres construir y reflexionar, escribe.
Por eso estoy en contra del brainstorming como un acto verbal-público. El verdadero acto de divergencia es siempre escrito: cada uno se expresa y pone en un papel lo que piensa. Al final, todos revelan sus cartas. En la revelación viene el contrapunto, la validación o la confusión. Recién ahí hay que trabajar en la convergencia.
¿Quieres innovar? Escribe más.
Virtud #5: cuando comienzas a escribir, comienzas a leer
Si escribir es construir tu propio conocimiento, leer es la mejor forma de absorver conocimiento ajeno. Para mí, nada le gana a un buen texto. Las ideas grandes solo caben en libros y se toman en sorbos cortos y pausas largas. Un placer paradójico en este mundo agitado: es muy exclusivo y a la vez muy barato.
Se puede aprender de la experiencia, me dirán algunos. Sí, pero los buenos textos provienen de grandes experiencias. Leer es vivir varias vidas, dicen.
“Somos como enanos a hombros de gigantes, de modo que podemos ver más y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra vista, ni por nuestra estatura, sino porque estamos elevados por su gran altura.”
—Bernard de Chartres